Los dirigentes intocables de Cuba sí pueden vivir del cuento

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Los dirigentes intocables de Cuba sí pueden vivir del cuento

Es poco usual que noticias emitidas en los escasos y oficiales medios de comunicación circulantes en Cuba generen ríos revueltos. No es esa la tónica, sin embargo, desde que el pasado 8 de agosto, en su versión digital y en la edición impresa, mañanera (y única), sobre el rectángulo inferior izquierdo de la cuarta y última paginilla del diario Granma, órgano de prensa del Partido Comunista de Cuba, apareciera un artículo de apenas seis párrafos titulado «Humor de un solo sentido». 

El firmante del texto se quejaba de que «el personaje oficial, el cuadro político, el simple dirigente del barrio, el que alguna vez dirigió y ya no lo hace e incluso los miembros de las instituciones del orden o la legalidad», o sea «todo cuanto huela a ‘institucionalidad», se ha convertido «en blanco predilecto a la hora de armar los personajes más ridículos o los que asumen roles negativos en no pocas producciones audiovisuales (humorísticas o no) de los últimos tiempos». 

En seguida un fantasma recorrió la red social de Facebook, reducto principal desde el cual hoy reconocer las inquietudes de los cubanos, y la aprensión explotó en varias direcciones. Por un lado, que esta publicación ocurra en el medio vocero del máximo rector del país de acuerdo a la peculiar estructura política de Cuba, implicaría que es opinión gubernamental y muestra un interés de proteger a los líderes de cualquier expresión en su contra emergida desde la producción artística.

Además, levantó suspicacias el columnista don nadie, nombrado Miguel Cruz Suárez, cuya limitada (y reciente) actividad periodística no pasa de un panegírico a Fidel Castro y otros comentarios breves aparecidos en Juventud Rebelde; y unas estampas de corte moralista enfiladas contra buscavidas callejeros y periodistas independientes salidos en Cubadebate.

La exigua biografía recogida en Ecured (una suerte de Wikipedia local hecha por iniciativa del Estado cubano) apuntaría a que el autor —funcionario por 25 años de la Unión de Jóvenes Comunistas y pretendido narrador con un libro, ‘Cuentos de Pueblo Viejo’, publicado en Verde Olivo, sello editorial del Ministerio de Interior— fuera un «mandadero» [mandado] al estilo de aquel Leopoldo Ávila sin rostro que fustigó a los artistas a fines de los sesenta. 

Y finalmente, aunque el artículo no lanzaba las piedras contra un objetivo preciso, muchos interpretaron que llegaba la hora de la desgracia para Vivir del cuento, un espacio humorístico de media hora popularmente conocido como «el programa de Pánfilo», en alusión a su protagonista, trasmitido los lunes en la noche y que es el de mayor audiencia en toda la parrilla televisiva nacional.

Granma no fue siquiera original y solamente estaba reproduciendo un contenido ya publicado el 6 de agosto en la también oficialista Cubadebate. Y curiosamente, en ese mismo medio online, el 12 de agosto surgió una réplica bajo el título «Humor cubano contemporáneo: Mirada en todos los sentidos». Acreditado, este texto sí, a una figura reconocible, el actor humorístico Kike Quiñones, amonestaba al anterior cuando planteaba «el humor nunca es en un solo sentido» y «a diferencia del manejo que se hace de la información en los medios de comunicación, incluido internet, sobre las masas, el humor tiene que operar ineludiblemente con referentes identificables y creíbles que les pertenezcan a esas masas, de lo contrario no tendrá el impacto deseado». 

Apuntaba directo a «las peripecias de Pánfilo y sus vecinos» como una escenificación de sujetos y situaciones «que nos circundan en la Cuba actual» y mencionaba al posible personaje de la discordia, Facundo Correcto, que es «representación del dirigente que practica la doble moral y el oportunismo en función de su propio beneficio. Para él, los medios para alcanzar el fin pueden ser variopintos aunque haya que mentir o sacrificar valores éticos, lo importante es salir airoso en su empresa». 

Terminaba Quiñones clavando la puntilla a Miguel Cruz con este párrafo: «Asumir que los personajes son creados para desacreditar las instituciones o para agredir a las personas que asumen la vida de manera disciplinada, es seguirle el juego a los que realmente se alejan de lo que queremos como sociedad, es quitarle el mérito a los que, de manera honesta y altruista, que en Cuba son muchos, trabajan por llevar adelante este país […] El humor va a contrapelo para mostrarnos el lado que la sociedad no quiere que sea mostrado».

La polémica, sin embargo, no quedaría zanjada. Al día siguiente, 13 de agosto, una foto de Facundo encabezaba «Los santos dirigentes», una respuesta de otro probable aludido, Eduardo del Llano. Este escritor y realizador de una saga de cortometrajes satíricos titulada Los cuentos de Nicanor aprovechó su columna en un medio autónomo OnCubaNews* para levantar el látigo: «Nos hablan del dirigente sacrificado, pobrecito […] Se menciona a la autoridad que, por culpa de los humoristas, terminará perdiendo el respeto de la gente. O sea, no es por la mala fama ganada por generaciones de dirigentes inhábiles que disfrutan prebendas impensables». 

Contra la tendencia oficial de cerrar las puertas de las casas y las oficinas de los regentes para el escrutinio popular, Del Llano dijo: «Al público le gusta ver que sus dirigentes son vulnerables. Y le gustaría todavía más que fueran, todos y cada uno, eficientes, honestos y accesibles. Tal vez entonces darían menos risa y los humoristas se desencarnarían […] El humor es, desde su esencia, subversivo. Cualquier intento de domarlo generará resultados mediocres y, a la vez, nuevas sátiras acerca del domador». 

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