Considerado baile nacional de Cuba, el danzón, fusión de ritmos europeos y criollos, lucha por quitarse la etiqueta de “cosa de viejitos” para llegar a los jóvenes siguiendo los pasos de México, que lo ha adoptado, enriquecido y le da trato de “su majestad”.
“Si México no adopta el danzón como manifestación importante de su cultura popular, seguramente hubiese desaparecido”, dice a la AFP Miguel Zamudio, director del Centro Nacional de Investigación y Difusión del Danzón, con sede en el puerto mexicano de Veracruz, en el este del país.
Derivado de la contradanza francesa, surgió el 1 de enero de 1879, cuando el músico cubano Miguel Failde presentó en el liceo de Matanzas “Las alturas de Simpson”.
El danzón se caracteriza por un estribillo que se repite y en el que los bailarines descansan, conversan, las mujeres se abanican coquetamente o, al estilo cubano, caminan tomados del brazo. La parte final, la más alegre, es el montuno.