CARACAS.- En diciembre del 2007, el entonces presidente Hugo Chávez sufrió su primera derrota en las urnas. Aunque todavía era muy popular entre la clase trabajadora que lo había impulsado al poder casi una década antes, los votantes rechazaron un referéndum que le habría permitido postularse para la reelección indefinidamente. Molesto, Chávez recurrió a un cercano confidente, de acuerdo con tres exasesores: Fidel Castro. El envejecido líder cubano había sido mentor de Chávez años antes de que fuera presidente, cuando era conocido por liderar un fallido golpe de Estado.
Ahora, la profundización de los lazos económicos hacían que Cuba fuera más dependiente de la Venezuela rica en petróleo, y Castro estaba ansioso por ayudar a Chávez a mantenerse en el poder, dijeron esos asesores. El consejo de Castro: garantizar el control absoluto de los militares. Más fácil era decirlo que hacerlo. El ejército de Venezuela tenía un historial de levantamientos que a veces condujeron a golpes de Estado como el que Chávez, entonces teniente coronel, organizó en 1992. Una década más tarde, rivales protagonizaron un breve alzamiento contra el propio Chávez.
Pero si Chávez daba los pasos correctos, instruyó el cubano, podría aguantar tanto tiempo como Castro, recordaron los asesores. Después de todo, las fuerzas armadas de Cuba, con el hermano de Castro al mando, han controlado todo durante décadas, desde la seguridad hasta sectores clave de la economía. En cuestión de meses, los países elaboraron dos acuerdos que dieron a Cuba un vasto acceso al sector militar de Venezuela y amplia libertad para espiarlo y reformarlo.
Los acuerdos, cuyos detalles se informan aquí por primera vez, llevaron a la imposición de una estricta vigilancia de las tropas venezolanas a través de un servicio de inteligencia, ahora conocido como la Dirección General de Contrainteligencia Militar, o DGCIM.
Bajo la asesoría de militares cubanos, Venezuela reformuló la unidad de inteligencia en un servicio que espía a sus propias fuerzas armadas, infundiendo miedo y paranoia y aplastando a la disidencia. Ahora conocida por sus tácticas represivas, la DGCIM es acusada por soldados, legisladores de oposición, grupos de derechos humanos y muchos gobiernos extranjeros de abusos, incluida la tortura y la reciente muerte de un capitán de la Armada que estaba detenido.
Según los documentos revisados por Reuters, los acuerdos, firmados en mayo de 2008, permitieron a las fuerzas armadas de Cuba:
El primer acuerdo, según los documentos, prepararía a los agentes de inteligencia venezolanos para «el descubrimiento y enfrentamiento a la labor de inteligencia y subversiva del enemigo». El segundo acuerdo autorizó a los funcionarios cubanos a supervisar la «asimilación» y la «modernización» del ejército de Venezuela.
La presencia de funcionarios cubanos en el ejército de Venezuela se conoce desde hace años. El presidente Nicolás Maduro, discípulo de Chávez y sucesor cada vez más asediado, dijo durante un discurso en 2017: «Agradecemos a la fuerza armada revolucionaria de Cuba. Los saludamos y siempre les damos la bienvenida». Pero ninguno de los dos países ha reconocido detalles de los acuerdos o el alcance de la participación de Cuba en el sector militar venezolano.
En marzo, después de que el vicepresidente estadounidense Mike Pence denunciara la «influencia maligna» de La Habana en Caracas, el canciller cubano, Bruno Rodríguez, trató de minimizar la relación. «Rechazo categóricamente reiteradas y falsas acusaciones», tuiteó Rodríguez, «sobre militares cubanos que ‘entrenan’, ‘controlan’ o ‘intimidan’ en Venezuela».
Ni el Ministerio de Defensa de Venezuela ni su Ministerio de Información, responsables de las comunicaciones gubernamentales, incluidas las de Maduro, respondieron a correos electrónicos y llamadas telefónicas para este artículo.
Once años después de su firma, los acuerdos militares han demostrado ser cruciales para la supervivencia de Maduro como presidente, según expertos en seguridad, personas familiarizadas con el gobierno y políticos de la oposición.
Con la ayuda y el entrenamiento de Cuba, el ejército ha apoyado a Maduro y lo ha ayudado a navegar la crisis económica, el hambre y el crimen generalizado, así como la migración en los últimos años de más de 4 millones de personas, cerca de 10% de la población de Venezuela.
Los documentos que describen los acuerdos de Venezuela con Cuba, y decenas de entrevistas con miembros en servicio y retirados de las filas, funcionarios de gobierno y personas familiarizadas con la relación entre Caracas y La Habana, muestran cuán instrumental ha sido también la ayuda de Castro.
La transformación de la DGCIM, dijeron estas personas, ha sido particularmente efectiva.
«La misión más importante que tenía el organismo de inteligencia era neutralizar aquello que afectara nuestra democracia», dijo Raúl Salazar, un exministro de Defensa de Chávez que se opone a Maduro. «Ahora, bajo el mando de Cuba, el gobierno lo utiliza para mantenerse en el poder».
Una vez que Cuba comenzó a capacitar a su personal, los agentes fueron introducidos en la DGCIM, a menudo vestidos con uniforme negro, dentro de las barracas. Allí, compilarían informes sobre los uniformados percibidos como alborotadores e informarían sobre cualquier señal de deslealtad, según más de 20 exoficiales venezolanos militares y de inteligencia.
La DGCIM también comenzó a interceptar los teléfonos de los oficiales, incluidos los comandantes militares de alto rango, para escuchar sobre posibles conspiraciones.
La represión ha llevado a cientos de arrestos. Al menos 200 militares están detenidos actualmente, según la Asamblea Nacional liderada por la oposición. Control Ciudadano, una organización no gubernamental venezolana que estudia a las fuerzas armadas, dice que el número supera los 300.
En un informe de junio del 2017, revisado por Reuters, la DGCIM acusó a un soldado, que se matriculó en una universidad considerada como alineada con la oposición, de «subversión política e ideológica».
Al hablar por primera vez del caso, el exsoldado dijo a Reuters que estuvo esposado a una silla, mantenido en una habitación continuamente iluminada y fue golpeado hasta que se le rompieron dos vértebras. «Esos días fueron interminables», recordó. Reveló su historia a Reuters con la condición de que la agencia de noticias sólo usara su primer nombre, Daniel, y no revelara su edad.