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Chinos en Cuba

Los chinos que llegaron a Cuba desde mediados del 1800 se incorporaron muy rápido a la población local, aseguró Teresa Li, directora de la Casa de Artes y Tradiciones Chinas, ubicada en el emblemático Barrio Chino de La Habana, en entrevista con Sputnik.

«Los chinos en Cuba se incorporaron muy rápido a la población nativa en la isla y este fue siempre, desde su fundación en la segunda mitad del siglo XIX, un Barrio Chino abierto, a diferencia de otros lugares en el mundo donde son cerrados y solo se involucran entre ellos», comentó Li a Sputnik.

De esta manera, la población y la cultura de China y de Cuba se fusionaron en su música, literatura y gastronomía hasta el día de hoy.

Historiadora de profesión, Li es descendiente de chinos en segunda generación.

Creció en medio de una familia de origen asiático que se dedicaba al negocio de lavandería —conocido en Cuba como trenes de lavado—, donde toda la familia participaba del negocio.

La primera oleada de inmigrantes chinos a Cuba se registró en 1847, en su mayoría de personas de muy bajos recursos procedentes del sur de China, contratados como colonos, principalmente para sustituir la mano de obra esclava.

Un segundo momento de entrada de chinos a la isla se produjo en la década de 1860.

En ese caso fueron chinos procedentes del suroeste de EEUU, que habían estado involucrados en la fiebre del oro en California (suroeste), y llegaron a Cuba huyendo de políticas racistas en esa zona.

«En la segunda mitad del siglo XIX se calcula que a la isla arribaron cerca de 150.000 chinos, mayoritariamente hombres, con mayor presencia en la zona occidental», informó Li.

Llegar a Cuba como colonos

Los chinos llegaron a Cuba en momentos en que cobraron fuerza en la isla las leyes abolicionistas en la metrópoli española (segundo tercio del siglo XIX), como una forma de sustituir la mano de obra esclava.

Aunque venían «contratados» como colonos, su posición social fue más desventajosa que la de los propios negros esclavos, con un salario mísero, lo que les impidió a muchos de ellos reunir el capital suficiente para retornar a su tierra natal, por lo que decidieron asentarse de manera permanente.

«Las condiciones fueron realmente caóticas, y para la década de 1860 Cuba era uno de los países con mayor índice de suicidios, principalmente de inmigrantes chinos, que asumían esta macabra decisión como forma de protesta a su situación económica», afirmó Li.

Agregó que «el chino tuvo una suerte muy triste, además de traerlos engañados a Cuba perdieron su identidad y pasaron a ser un número, los privaron de sus nombres originales».

Como los negros esclavos procedentes de África, los chinos perdían sus patronímicos, asumían como identificación los nombres de sus patrones o, sencillamente, el que les endilgaban los oficiales de Aduana cuando arribaban a puertos cubanos, comentó la historiadora.

Li indicó que no se podía olvidar la presencia de los chinos en las luchas por la independencia de Cuba.

Estuvieron presentes desde los inicios, en 1868, hasta las últimas contiendas revolucionarias.

El patriota cubano Gonzalo de Quesada afirmó que «nunca hubo un chino cubano traidor, nunca hubo un chino cubano desertor», refiriéndose a los que combatieron, machete en mano, contra el colonialismo en esta isla que los acogió como hijos.

Surgimiento del Barrio Chino de La Habana

Después de librarse de los contratos impuestos, ocho años después, muchos de estos chinos se desplazaron a los campos de la isla buscando mejores posibilidades en el trabajo agrícola.

Otros, que permanecieron en La Habana, comenzaron a asentarse justo en las riveras de la zanja real, por la cercanía con la Plaza del Vapor, el centro comercial capitalino más importante de la época, a mediados del siglo XIX.

«Ahí comienza la inserción de los chinos en esa zona, que terminaría convirtiéndose en el Barrio Chino, con la particularidad que no es construido por ellos, sino por el proceso de reacomodamiento y mestizaje que se produce, al mezclarse este grupo migratorio con los nativos, principalmente negros libertos», explicó.

Libres de sus contratos originales comenzaron a desarrollarse en varios oficios como herrería, carpintería, albañilería, verdulería, agrícola.

Establecieron negocios de lavandería, comercios de venta de alimentos y bisuterías, y van tomando un protagonismo tal que al barrio se lo comenzó a identificar.

Llegaron a tener cuatro periódicos en chino —actualmente se sigue publicando uno de ellos bilingüe—, el famoso teatro Shangái, el cine Águila de Oro, y una red de restaurantes y fondas que resultaron en la atracción de cubanos y visitantes extranjeros, según Li.

Fuente: sputniknews

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